Manolete pasaba sus momentos más felices cuando se aislaba del mundo y sólo tenía ojos para ella. Nunca olvidaría los dos veranos que pasó en el pueblo de su novia, Fuentelaencina, un pequeño rincón de Guadalajara. Hasta que llegó aquel 28 de agosto de 1947. Linares, Islero, la hemorragia... la muerte. Muchos afirman que el torero había decidido retirarse ese mismo octubre, alejarse de del mundanal ruido (no soportaba todo lo que rodeaba a su condición, la fama) y casarse ese mismo mes con su novia. Lupe, que esa tarde había ido a verle torear en Linares, bajó a verle corriendo a la enfermería nada más producirse la cogida. Sin embargo, su apoderado Camará y algún miembro de la cuadrilla del diestro no le permitieron la entrada. Conscientes de que el final del maestro podía estar cerca y sabedores de que éste pudiera tener en la cabeza el casarse con ella en la hora de la muerte, se interpusieron entre los dos amados y les negaron la posibilidad de despedirse. Ella, en la puerta, llorando de miedo, rabia y frustración. Él, en la camilla, desangrándose, angustiado por no ver a su amor.Lupe Sino, desde entonces, quedó sumida en el olvido y el desprecio popular. Su carrera como actriz cayó en picado y decidió marcharse a México.
Allí reharía su vida e incluso se acabaría casando con un abogado. ¿Su nombre? Casualidad o quiebro del destino: Manuel Rodríguez. Sin embargo, al poco se acabaron divorciando y ella volvió a España. Sola, olvidada de todos, moriría en su piso madrileño, de forma repentina, un septiembre de 1959.
Manolete y Lupe Sino, la historia de un amor imposible.



